La marea que no era roja: lo que aprendí estudiando microalgas en Arica

Fecha : 16/07/2025
Por Delia Laime, profesora UTA & Ciencia e Innovación para el Futuro
 

Durante años en Arica, cada vez que el mar se teñía de un color distinto o aparecían peces muertos en la orilla, la reacción era casi automática: “¡Es marea roja!”. Como bióloga y académica, escuché ese diagnóstico muchas veces. Pero detrás de ese término había confusión. La llamada marea roja no es, en realidad, una marea ni siempre es roja. Y lo más importante: no siempre es tóxica.

En el norte de Chile, a diferencia del sur, no tenemos un sistema permanente de monitoreo de floraciones algales nocivas, conocidas como FAN. Esto quiere decir que muchos eventos quedan sin explicación o son comprendidos a través del miedo. Por ejemplo, en diciembre de 2016, se hicieron alertas, pero sin obtener un resultado, para poder decir que es una de las toxinas identificadas, porque nosotros no tuvimos acceso a esos resultados.

Fue en ese contexto que, junto a un equipo liderado por el Dr. Arnaldo Vilaxa de la U. de Tarapacá, comenzamos un proyecto para estudiar, con rigor científico y desde el territorio, estas floraciones.

Nuestro objetivo era ambicioso: detectar a tiempo la presencia de microalgas nocivas en las aguas costeras de Arica, caracterizarlas y entender los factores que las promueven. Pero también queríamos romper una inercia institucional: que las muestras recolectadas acá tuvieran que viajar al sur del país para ser analizadas. Eso significaba no solo demoras, sino también pérdida de calidad en las muestras. Era como intentar diagnosticar una enfermedad con una biopsia que llega tarde y en mal estado. Podemos considerar que en la bajada del río San José o en el río Lluta, allí se construyen proyectos, que pueden implicar nuevos factores u otros eventos.

Gracias a fondos regionales, instalamos laboratorios en Arica. El proyecto se creó en 2022, se comenzó a ejecutar en 2023 y terminó en 2024. Allí realizamos análisis microbiológicos y moleculares, tanto de agua como de peces. También trabajamos con tecnologías satelitales que nos permitieron anticipar zonas donde podrían generarse floraciones.

Y lo más valioso: comenzamos a dialogar con las comunidades costeras, pescadores y personas que viven del mar, para explicar lo que estaba pasando. Es importante la educación. Digo esto porque el fenómeno se conoce como marea roja porque, al principio, estas algas pueden dar una coloración rojiza, parda o verde. Debemos ayudar a que las personas cambien su lenguaje, ya que tradicionalmente la mencionan así. ¿Cómo quitarle ese vocabulario que los mismos pescadores utilizan? Nos dimos a conocer. Les explicamos que es un evento natural, que nace a partir de los cambios climáticos que se están ocurriendo.

Aprendimos mucho. Por ejemplo, que una floración puede estar compuesta por especies que no generan toxinas pero sí causan problemas físicos en los organismos marinos, como obstrucciones en las branquias. O que el color del agua —ese tono cobrizo, marrón, anaranjado que genera tanto temor— no es indicador automático de toxicidad. Muchas especies de microalgas hacen bloom por exceso de nutrientes, sin dañar necesariamente a los peces ni a los humanos.

Sin embargo, no es un fenómeno inocuo. Las FAN pueden tener consecuencias sanitarias, sociales, económicas e incluso psicológicas. El cierre preventivo de una playa, la sospecha sobre la pesca local o la desconfianza en los mariscos puede afectar directamente a comunidades que viven de ese ecosistema.

En Arica, por ejemplo, no podemos hablar del deshielo como en el sur, pero sí de un fenómeno muy nuestro: la bajada del río San José. Es un río que permanece seco gran parte del año, pero en febrero, debido a las lluvias altiplánicas, vuelve a correr con fuerza y arrastra nutrientes, sedimentos e incluso residuos hasta su desembocadura en el mar.

Ese pulso de agua dulce se mezcla con el flujo del emisario submarino, que libera aguas servidas, y donde hemos detectado la presencia de bacterias como Escherichia coli. A eso se suma el aumento de las temperaturas superficiales del mar y la alteración en los ciclos mareales. Todo confluye en una transformación del ambiente costero, que si bien no basta por sí sola para provocar una floración nociva, sí genera un caldo de cultivo propicio para que se den las condiciones. La aparición de FAN no es automática, pero estos factores suman, predisponen, cambian el equilibrio del ecosistema. Por eso es tan importante mirar el cuadro completo y no quedarse solo con el color del agua.

Este proyecto me permitió volver a mirar el mar de Arica con otros ojos. Ya no como un paisaje turístico o una zona de estudio fragmentada, sino como un sistema vivo, sensible, que requiere atención constante. También me confirmó algo que como docente siempre he creído: el conocimiento no sirve si se queda solo en el laboratorio. Por eso organizamos charlas, encuentros con comunidades, divulgación científica accesible. Porque entender una floración es también una forma de defender la salud ambiental del norte de Chile.

Hoy, cuando alguien me pregunta si en Arica hay marea roja, ya no doy una respuesta rápida. Primero, explico que ese término no es del todo correcto. Después, les cuento que sí hay floraciones, que algunas pueden ser peligrosas, pero muchas otras no. Y finalmente, les comparto lo más importante que aprendimos: que observar, medir y comunicar con responsabilidad puede marcar la diferencia entre el miedo y el conocimiento.

Hay mucho campo para poder identificar y conocer qué tipo de microorganismos tenemos presentes en nuestras costas. 

 
 
 
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