Sr. Director:
Tras un breve paso por la segunda administración de Donald Trump, Elon Musk decidió dar un paso al costado del gobierno. Su salida no ha pasado inadvertida, ya que los dimes y diretes entre el magnate y el presidente no cesan. Cada día se agrega un capítulo nuevo a esta teleserie que se ha desatado con ácidas críticas.
La ruptura tendrá consecuencias, ya que Musk posee una influyente plataforma con millones de seguidores. Y no se fue en silencio. Las críticas al plan fiscal desataron la ira de Trump. Pasaron del amor al odio, y podríamos decir que el dueño de Tesla hoy optó por facturar. Estar en el gobierno le había costado caro a su fortuna personal.
Esta salida da una lección sobre los límites entre emprendimiento y gobernanza. Musk se incorporó al gobierno para revolucionar la eficiencia estatal. Sin embargo, su desembarco expone un choque de culturas: gobernar no es escalar startups. Este caso se suma a una tendencia preocupante: la creencia de que emprendedores o gerentes pueden resolver problemas públicos complejos por ósmosis profesional. La pregunta no es si necesitamos más emprendedores en el gobierno, que sin duda son necesarios y valiosos, sino ¿dónde quedan los estadistas? ¿Llegará su hora? El debate está servido.
Gonzalo Jiménez Seminario
Presidente Proteus
Profesor adjunto Ingeniería & MBA UC
