La piel es la primera barrera protectora para agentes que pueden dañar la salud. Y, en el caso de los bebés, es esencial para su correcto desarrollo, ya que no sólo forma parte de su sistema inmunológico, sino que también participa en la regulación del calor corporal.
Por lo mismo, el verano supone ciertos riesgos para estas pieles, ya sea por mayor exposición que pueden tener al sol, a las altas temperaturas y elementos para combatirlas, como ventiladores y el aire acondicionado, además de los cambios de horarios y rutinas.
En un recién nacido y un bebé, la piel es muy frágil y fina, ya que sus capas aún no se forman del todo, además de ser más pálida -porque aún no alcanza el número definitivo de melanocitos, que son las células que dan el color a la piel- y menos funcional, porque las glándulas sudoríparas todavía no actúan bien y, por ende, no regulan adecuadamente la temperatura.
En este escenario, “el cuidado debe ser completo, incluyendo la piel, la alimentación, la hidratación y los lugares donde habitan o visitan”, indicó Paula Molina, químico farmacéutico de Farmacias Ahumada.
Por ejemplo, durante los primeros seis meses, no es recomendable llevar a un bebé a exteriores como playas o piscinas. “Los niños muy pequeños, en especial, los lactantes, son muy sensibles a la radiación que, aunque estés bajo la sombra o un quitasol se refleja hasta en un 30%, por lo que se queman con mucha facilidad y corren el riesgo de deshidratarse”, recalcó la profesional.
Ahora, si se quiere sacar por tiempos pequeños a un bebé al exterior, es importante hacerlo en horarios especiales, evitando las horas centrales del día (desde las 11 hasta las 18 horas), donde el calor y la radiación son mayores.
Otro factor importante es el protector solar. De acuerdo con la farmacéutica, “a las guaguas menores de 6 meses, no se les debe aplicar ningún tipo de protector, ya que pueden causar reacciones o irritaciones cutáneas”.
Y agregó que, entre los 6 meses y hasta los 2 o 3 años, se debería optar por los filtros físicos o minerales, que son aquellos que reflejan la radiación sobre la crema, sin que los rayos penetren en ella. Suelen ser cremas más espesas, pero también menos resistentes al agua.
Ya pasando los 3 años, los protectores pueden ser filtros químicos (que son los más comunes), prefiriendo un factor de 50, de amplio espectro (que otorgan protección contra los rayos UVA y UVB), y repitiendo la aplicación cada dos horas.
La vestimenta es otro elemento relevante. Junto con las personas mayores y los enfermos crónicos, los bebés son el grupo de riesgo más propenso a sufrir con el calor. Por eso, es importante que la ropa sea acorde a sus necesidades. “Es importante que se privilegien los tejidos de algodón y los colores claros; debe ser fresca, holgada y transpirable”, destacó Molina.
OTROS RIESGOS
Los golpes de calor y la deshidratación son un peligro latente para los bebés. La profesional indicó que no hay que esperar que los niños pidan agua para dársela, cosa que en el caso de las guaguas tampoco es factible. “A los lactantes de menos de 6 meses, no se les da agua, ya que su ingesta comienza cuando lo hace la alimentación complementaria, pero sí hay que ofrecerles tomar pecho o biberón con mayor frecuencia para evitar la deshidratación”, indicó.
Además, hizo hincapié en los síntomas que deben considerarse para recurrir rápidamente a urgencias en el caso que un bebé comience a deshidratarse. De acuerdo con la farmacéutica, “en estos, estará más inactivo, con la piel y labios secos, podrían verse los ojos hundidos o aparecer sarpullido en el pecho, cuello, la ingle, las axilas o en zonas con pliegues. Lo más importante es que podría dejar de orinar o llorar sin lágrimas”.
Además, el calor hace que algunos puedan pensar que exponer a lactantes o niños al aire acondicionado es una buena alternativa. De acuerdo a los especialistas, no pueden estar más equivocados, ya que al no poder regular bien su temperatura, las guaguas podrían sufrir con el frío o el cambio de temperatura cuando entran o salen de una habitación con estas condiciones.
“La temperatura recomendable siempre será entre los 22° y los 24°. Si una habitación sobrepasa estos niveles, es bueno refrescarla, pero antes de que un bebé se encuentre en ella. Además, hay que evitar el flujo de aire directo, considerando que los bebés aún están formando su sistema inmune”, subrayó Molina.
Por último, las rutinas y horarios deben variar lo menos posible, ya que necesita una ingesta frecuente de leche, rutinas de sueño y siestas, además de momentos de estimulación temprana. “Si la familia sale de vacaciones, es importante respetar estos horarios y, además, no olvidar los juguetes habituales, para que el cambio de ambiente no genere un impacto negativo en las rutinas y hábitos que se están estableciendo con el menor”, concluyó la profesional.