Señor Director:
La vegetación manifiesta una cierta resiliencia ante eventos extremos de calor e incendios. Sin embargo, en la planificación de espacios públicos, la infraestructura verde tiende a ser omitida.
En estas circunstancias y en el debate que esto genera cabe preguntar, ¿qué otros beneficios tiene la vegetación en nuestras ciudades en caso de incendios o de las olas (e islas) de calor? Si esta se articula en un sistema interconectado, con especies a distintas alturas y asociada a áreas verdes, avenidas y calles, se producen unos corredores de viento que sirven, tanto para ventilar la contaminación del humo, como para bajar las temperaturas. Mientras más frondosa la vegetación, mayor la sombra proyectada y menor la temperatura bajo ella, lo que genera un sistema de vientos locales más frescos, gracias a la termodinámica.
Si a esta infraestructura verde, le asociamos además la infraestructura azul, como áreas de captación e infiltración de agua lluvia, duplicamos el efecto benéfico. No solo se mitigan posibles inundaciones y períodos de sequía, sino que se permite a las plantas una mayor evapotranspiración y, con ello, un mayor grado de humedad en el ambiente. También disminuye las temperaturas y aumenta los vientos locales más frescos.
Con esto no digo nada nuevo. El conocimiento técnico-científico está a la mano para crear ciudades resilientes al cambio climático. Lo que falta es la capacidad política de ponerlas en acto.
Claudio Magrini
Académico Escuela de Arquitectura UDP