Tras la aparición de Chat GPT, se ha incrementado la preocupación del impacto de la Inteligencia Artificial (IA) en el empleo. Desde una perspectiva de impacto de la automatización, el BID estima un 28% de las ocupaciones se verán afectadas por la IA en América Latina en el plazo de un año, cifra que en el caso de Chile representa un total de 2,6 millones de empleos. Como contraparte, el World Economic Forum ha detectado oportunidades de creación de empleo asociadas a nuevas tecnologías (IA), sostenibilidad, inteligencia empresarial y seguridad de la información (The Future of Jobs, 2023, WEF).
¿Cómo preparamos a las futuras generaciones ante este escenario de incertidumbre en el futuro del trabajo? La pregunta es especialmente contingente en un contexto de discusión del financiamiento de la educación superior, bajo crecimiento económico y alto nivel de desempleo juvenil. Más allá de la coyuntura, existen tres ejes que debieran guiar la reflexión con una mirada de mediano plazo.
El primer eje es acelerar la adopción tecnológica. Tanto los análisis del BID como del WEF coinciden que la tecnología es un motor clave de la transformación empresarial y del futuro del trabajo. Es fundamental pensar en la tecnología como herramienta docente que acelera aprendizajes y lograr nuevos profesionales capaces de una adopción tecnológica relevante para el ejercicio de sus profesiones.
Un segundo eje es el desarrollo del pensamiento crítico. La evolución tecnológica, junto con los otros cambios del entorno han instalado un ambiente de incertidumbre continua. Tomar definiciones, integrar la tecnología adecuada, mapear riesgos éticos y prácticos, requiere de una formación con base multidisciplinar, que permitan hacer las mejores preguntas para obtener las nuevas respuestas para navegar la complejidad de las nuevas realidades productivas y sociales. Ya en 2022 Kane, Phillips y Copulsky, planteaban en “The Technology Fallacy” que el factor crítico en la transformación digital eran las personas más que la tecnología: la tecnología ya cambió, las personas no. La formación en humanidades y las opciones de formaciones multidisciplinares son un camino para ello.
El tercer eje es la conexión con la práctica y la mentalidad de aprendizaje continuo. Es importante que la oferta académica tenga la capacidad de reformular su oferta permitiendo a los estudiantes en menor tiempo salir al mercado laboral para luego volver a la formación superior a profundizar y especializarse. Por este motivo, una transformación tecnológica efectiva requiere de modelos educativos capaces de integrar la teoría con la práctica, y facilitar los caminos para el reskilling y upskilling continuo desde el inicio de las nuevas trayectorias laborales.
Ante esta realidad de profundas transformaciones, que genera incertidumbres, riesgos y oportunidades, las universidades están llamadas a replantear su oferta educativa con foco en integrar estas nuevas capacidades fundamentales en los profesionales del futuro con herramientas para insertarse en el mercado laboral en proceso de transformación.