El Día Nacional del Teatro fue instituido por la ley Nº20.153 el 26 de diciembre de 2006. Cada 11 de mayo, el teatro chileno celebra su día en honor al nacimiento del director, actor, maestro y gestor chileno Andrés Pérez Araya, uno de los creadores influyentes de la historia cultural del país.
Este día conmemora la labor, el compromiso y el amor por el desarrollo de esta disciplina escénica en todo el territorio nacional. Cuando hablamos de teatro, nos referimos también a un variado grupo de personas que desempeñan un rol fundamental en la articulación diaria del fenómeno de la representación teatral: actores, actrices, directores, productores, gestores culturales, tramoyas, técnicos, diseñadores escénicos y músicos, sin contar muchos otros agentes culturales que intervienen en la cadena de valor de un montaje teatral.
Los teatristas distribuidos en todo nuestro extenso Chile brindan día a día dignidad, trabajo, profesionalismo y entrega a una labor que muchas veces tiene aspectos tanto gratificantes como decepcionantes para quienes la practican, especialmente en regiones y ciudades alejadas del circuito concéntrico de esta actividad.
En un contexto geográfico marcado por la lejanía, el clima desértico y la limitada expansión urbana, la comuna de Arica, se ha perfilado como un territorio en vías de desarrollo para convertirse en polo cultural en la región. Así también, esta comuna nortina cuenta con ventajas climáticas y fronterizas que permiten, por ejemplo, el intercambio artístico y cultural con circuitos escénicos no solo a nivel interregional en la macrozona norte, sino también dentro de la macrozona andina.
No obstante, los gremios de teatristas en regiones, como por ejemplo la región de Arica y Parinacota, sostienen que existen requerimientos urgentes por subsanar, los cuales promuevan y fomenten la empleabilidad del sector, donde las instituciones privadas y organizaciones del Estado aseguren y promuevan el derecho al arte y la cultura.
Esto se refleja en las estadísticas del INE 2022 (Instituto Nacional de Estadísticas) que arrojan algunos datos relevantes: en Chile asisten al teatro 915.376 personas al año, donde el 43.7% de los asistentes lo hacen gratis, y donde el 61% de las personas que asisten al teatro lo hacen en la región metropolitana.
¿Qué sucede con ese 39% restante?
En estos últimos años, ¿ha habido avances en Chile en términos de inversión de recursos, políticas culturales, infraestructura, empleabilidad, sostenibilidad, seguridad social y pensiones para el sector escénico? Todos los esfuerzos observados por parte de la institucionalidad cultural en Chile, para subsanar estos aspectos relevantes para la calidad de vida de los trabajadores teatrales del territorio nacional hoy parecen laxos, sin impacto concreto en los variados y distintos territorios que caracterizan a cada región del país.
Sin duda, el tejido social, dañado durante lo más crudo de la pandemia, en un contexto de desigualdad permanente en Chile, ha podido sanar sus heridas de un tiempo a esta parte, gracias al desempeño del trabajo de una gestión escénica local; valiente y adecuada, una práctica que se ha encargado de generar redes, vínculos y diálogos entre los distintos involucrados en el acto teatral per se: creadores, espectáculos y ciudadanía.
Pero aún persisten lógicas que solo logran satisfacer a un grupo determinado de beneficiarios por año. Los fondos concursables en cultura parecen ya no dar abasto y no son el único instrumento que se necesita para contribuir a los objetivos planteados por los gremios, una solicitud, que no es de reciente data sino de varias décadas atrás.
Una descentralización efectiva en materia artística implicaría, aparte de una inyección considerable de recursos económicos (1% del PIB para cultura), una estructura social, política y gremial que posibilite llevarla a cabo. De manera eficaz, colectiva y cruzada con otros estamentos de la vida económica de cada territorio. Se observan iniciativas por parte del Estado en esta dirección, pero aún son tenues y la desesperanza aprendida penetra fuerte en el espíritu de cada teatrista y sus familias.
Aunque el sector teatral no es tan visible aún como se desea hacia los vecinos y vecinas de la comuna de Arica, este, indudablemente, ha contribuido a la calma y la resiliencia; ha sido la punta de lanza en el proceso reparador del espíritu colectivo de los barrios, audiencias y espacios culturales relevantes, que a pulso se articulan en la comuna. En este territorio, pese a la histórica centralización de las decisiones y políticas aplicadas en Chile, ha sabido enfrentar esas vicisitudes con tesón, perseverancia y decisión, logrando pertinencia territorial y una identidad local muy desarrollada.
Aparentemente, todo por lo que luchó en su momento Andrés Pérez Araya hoy no solo no ha cambiado, sino que ha profundizado mucho más el modelo de país contra el que levantó su causa y su voz. Hoy invitamos a todos nuestros colegas de Arica y Parinacota a nunca bajar los brazos, ni dejar de persistir en nuestros derechos laborales, ya que hasta el día de hoy seguimos contribuyendo al teatro chileno, su historia, su desarrollo y su importancia en el devenir cultural de nuestra larga y angosta faja de tierra, nuestra isla entre dos océanos; la cordillera de los Andes y el océano Pacífico.
