200 millones de niños no asistían a la escuela y solo el 60% de los jóvenes completarían la enseñanza secundaria en 2030, eran las proyecciones realizadas por Naciones Unidas previo a la crisis sanitaria, económica y social generada por el COVID-19 desde finales de 2019.
Hoy, a casi 11 meses del primer caso registrado e informado por China a la opinión pública, muchas brechas han quedado evidenciadas, ello por el cierre de escuelas a nivel mundial, develando la carencia de millones de estudiantes para tener acceso a la enseñanza a distancia, especialmente los de países pobres y grupos vulnerables, a lo que se suma la falta de infraestructura de establecimientos para proveer los resguardos y medidas solicitadas por las autoridades sanitarias para un retorno gradual y seguro.
El panorama es preocupante y nuevamente desnuda las diferencias dependiendo de situación geográfica o nivel socioeconómico, siendo corroborado por los datos. Un 65% de las escuelas primarias de todo el mundo cuenta con instalaciones básicas para el lavado de manos, a lo que se suma el déficit en recursos básicos como energía eléctrica, agua potable, computadoras y acceso a internet (en Europa el 87% de los hogares tiene Internet y un 78% un computador, en África solo el 18% cuenta con una conexión y un 11% un equipo para realizar sus tareas).
La realidad es que de los más de 1.570 millones de estudiantes que no asistieron a clases presenciales, 500 millones (casi 1 de cada tres) no cuentan con la opción de enseñanza telepresencial o a distancia, siendo la génesis de un nuevo retroceso en el acceso a la enseñanza, por lo cual, potenciar las oportunidades e implementar planes que apunten a ello es un nuevo eje a desarrollar para cumplir con lo establecido en el ODS 4 de la ONU: “Educación de calidad”.