La revista especializada Red Agrícola.cl informó que fue detectada en los alrededores del lago Puelo, en un parque natural llamado Tagua Tagua en la región de los Lagos, la presencia de una parra asilvestrada enrollada a un ciprés milenario.
Tras el descubrimiento el Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) analizó esta planta y realizó un perfil de ADN que entregara más antecedentes sobre su origen y principales atributos ya que todo indicaba, que podría tratarse de una vid que podría ser utilizada para elaborar vinos de excelente calidad.
La investigación fue liderada por Patricio Hinrichsen, quien además es subdirector del Centro Regional INIA La Platina. Los exámenes de laboratorio identificaron a la vid como “Douce Noire” o “Bonarda”, una variedad que no está comúnmente presente en Chile, pero sí al otro lado de la cordillera. En Argentina, es una cepa utilizada en la industria vitivinícola, al igual que en Europa, situación que abre el debate sobre el cómo esta planta llegó a desarrollarse en un territorio tan extremo como es la Patagonia norte chilena.
La parra “pérdida” mide ocho metros y produce entre 40 y 60 racimos al año. Los expertos sugieren que es una variedad que está adaptada a las condiciones del Valle de Puelo y que habría llegado para quedarse. Sin embargo, aún quedan pruebas importantes que hacer, como es definir la edad a través de dendrocronología.
Patricio Hinrichsen, explicó en RedAgrícola.cl que “Bonarda” es una variedad que es relativamente común en Argentina y que “seguramente llegó al continente desde Europa junto con otras variedades franco-italianas, muchas de las cuales son pre-filoxéricas, es decir, llegaron la segunda mitad del siglo XIX. Es muy probable que la haya traído un colono a la zona y puso la planta ahí a modo de ensayo o simplemente por curiosidad. Casos como este hay muchos. La gente tiene sus plantas favoritas y las lleva a todas partes, y las parras suelen generar eso porque es una especie muy noble”.
El genetista sostuvo que “la etapa que viene ahora es la producción del vino, para lo cual no basta con tener una buena cepa, sino que se deben hacer ensayos, evaluaciones, trabajo de enología, además de multiplicar la planta y evaluarla en distintas condiciones y ambientes. El que esté establecida en Puelo puede sorprender, pero no es sinónimo de éxito necesariamente”.
CARMENERE, CEPA CHILENA
Esta no es la primera vez que una variedad “extranjera” llega a suelo nacional y se logra adaptar. El INIA lleva más de dos décadas trabajando en el estudio de diferentes cepas viníferas, en su caracterización, adaptación y desarrollo. Muchas de ellas son conocidas por todos y han resultado ser muy significativas para el desarrollo de la industria del vino en Chile.
Es el caso del “Carmenere” que, a mediados de los años noventa, el mismo Patricio Hinrichsen con un equipo de investigadores franceses y norteamericanos confirmaron la presencia de esta cepa en nuestro país. Confundida previamente con “Merlot”, hoy en día es una de las cepas preferidas y más consumidas por los chilenos, siendo considerada una cepa emblemática de la viticultura chilena.
“Nosotros en INIA hemos documentado unos 15 genotipos nuevos. En Chile aún hay mucho que descubrir y trabajar en este tema y creo que recién estamos viendo la punta del iceberg”, agregó Hinrichsen, en RadAgrícola.cl sobre el trabajo investigativo de INIA en vides viníferas.
Chile representa una especie de “isla genética”, donde se pueden encontrar viñedos de 200 y hasta 300 años de antigüedad. Por eso, no es de extrañar lo sucedido con el caso ‘Bonarda’, que es una variedad de maduración tardía. Dentro de las próximas semanas surgirán nuevos antecedentes que permitirán conocer más sobre esta nueva parra del sur del mundo y su real potencial. De momento, la naturaleza y la ciencia seguirán a la par intentando explicar estos fenómenos que posibilitan ampliar las fronteras de la producción vitivinícola en el país, tanto en territorio como en nuevas variedades a explotar.