A fines del 2009, se inauguró con bombos y platillos el nuevo Parque Ibáñez, en pleno corazón de Arica. El lugar contempló nuevas veredas, áreas verdes, luminarias, sombreaderos y “espejos de agua”; todo por un monto 1.300 millones de pesos.
¿El problema? Al poco tiempo el agua se puso verde, luminarias no fueron repuestas y había problemas con el aseo; luego las piletas fueron secadas convirtiéndose en un lugar para el pernoctar de indigentes. La conclusión es obvia, la Municipalidad de Arica, en ese entonces bajo la administración del alcalde Waldo Sankán no tenía los recursos (humanos, técnicos ni económicos) para cuidar las nuevas obras, realidad que, al parecer, se mantiene hasta ahora.
Es impresentable que hoy, después de tantos ejemplos se sigan repitiendo los mismos errores en la planificación para la posterior administración y mantención de obras que desarrolla el servicio público.
Actualmente, el Ministerio de Obras Públicas (MOP) lleva a cabo una interesante cartera de proyectos en el borde costero, la que comenzó en las Cuevas de Anzota y que continuó con Playa Brava, obras donde ya hay atisbos asociados a deficiencias en el cuidado.
Debemos ser realistas y asumir que los municipios de la región no están en condiciones (ni tienen el presupuesto) de asumir el costo de mantención de más infraestructura. ¿La solución? que lo proyectos contemplen un plan de gestión asociado a administración de un privado. Otra alternativa apunta por fortalecer unidades de recursos físicos de los municipios respondiendo a la necesidad de conservación de infraestructura pública que garantice mantención de esta.
Es necesario que cuidemos la inversión millonaria para que no sea plata tirada a la basura; porque independiente de la autoridad de turno son deficiencias que continúan; además recalcar que la comunidad debe apoyar y cuidar las nuevas obras, porque construir Arica y Parinacota es obra de todos.
