La histórica cultura de las armas en Estados Unidos

Fecha : 05/10/2017
• El peor tiroteo registrado en EE.UU. ocurrido el pasado domingo en un concierto de música country en Las Vegas a manos de Stephen Paddock, un contador retirado, puso en la palestra, una vez más, el tema de la propiedad del armamento y el debate acerca del control de su posesión.
 

“En ese país, las víctimas mortales de las armas de fuego son el doble que las víctimas de ataques terroristas en todo el mundo. Así, un ciudadano norteamericano tiene más posibilidades de morir víctima de un arma de fuego (1 entre 22.000) que de un ataque terrorista (1 entre 3,5 millones). Sin embargo, la amenaza terrorista recibe mucha más atención y medios que el control de armas”, escribieron Nigel Townson y Diana Barrantes en el diario El Mundo, el año 2014, y continuaron “desde 1960, alrededor de 1,3 millones de personas han muerto en Estados Unidos debido a las armas. No existe comparación posible con ningún otro país desarrollado: la asombrosa tasa de homicidios con armas en Estados Unidos es 20 veces mayor que la de los siguientes 22 países desarrollados juntos”.

Lamentablemente, esta realidad no ha variado mucho. Antes de la masacre de Las Vegas, este año, ya se habían registrado 272 tiroteos en serie en todo el país y 27 personas han muerto por disparos cada día, según los datos publicados en el diario argentino La Nación.

Según un sondeo realizado en 2017, alrededor de 40% de los estadounidenses reconoce que poseen un arma o viven con alguien que tiene una, según publicó la BBC.

En 2015, el número de suicidios con armas de fuego prácticamente duplicó la cantidad de asesinatos perpetrados con pistolas y similares, según datos de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de EE.UU. y la Fundación Estadounidense para la Prevención del Suicidio, informó la BBC.

Adicionalmente, un estudio publicado en la Revista Estadounidense de Salud Pública, reveló que existe una fuerte correlación entre una tasa elevada de posesión de armas en un estado y de suicidios con armas de fuego en el caso tanto de hombres como de mujeres.

Algunos estados han prohibido el uso de armas de asalto, cuyo uso fue absolutamente restringido por una década hasta 2004. Sin embargo, según el FBI, en la mayoría de los asesinatos se emplearon armas cortas.

El origen de esta cultura que se ha mantenido históricamente se sustenta en que la Constitución de EE.UU., en la Segunda Enmienda, protege el derecho de los ciudadanos a poseer y portar armas a efectos de defensa personal.

CULTURA ARMADA
En un artículo publicado por elordenmundial.com, explicaron las bases históricas de la relación entre el pueblo norteamericano y las armas, siendo algo habitual desde la llegada de los primeros colonos ingleses, que solían agruparse en milicias para preservar el orden y protegerse de los ataques de los nativos americanos, una práctica que con el tiempo acabó instaurando una cultura de autodefensa aún latente en nuestros días. A estas milicias ciudadanas armadas posteriormente se les atribuiría un papel muy destacado en la victoria en la Guerra de Independencia, de modo que en el ideario patriótico estadounidense la posesión y el empleo de armas, junto con las virtudes innatas del pueblo norteamericano, resultó esencial para derrotar a uno de los ejércitos más poderosos del mundo –el británico– y por tanto en la consecución de la épica independencia de las trece colonias. El mito de las armas seguiría cobrando mayor vigor durante los primeros años de vida de los Estados Unidos de América.

Como consecuencia, las armas proliferaron rápidamente desde los primeros días de vida del país. Las armas también se hicieron habituales para asegurar el dominio del hombre blanco sobre los nativos americanos, los afroamericanos y los mestizos, resultando tristemente eficaces para el sometimiento de los esclavos.
También se pensaba, y aún se piensa, que sobre un pueblo desarmado aumentan las probabilidades de que el gobierno ejerza tiranía o de que el ejército pudiera arruinar el proyecto democrático de nación federal alzándose en armas para conseguir el poder, del mismo modo que una América sin armas quedaría vulnerable ante una invasión extranjera o un intento de genocidio, por muy descabellado que nos pueda parecer.

Han pasado muchos años, pero en multitud de hogares estadounidenses la tenencia de armas –sea para autodefensa o fines recreativos– ha continuado siendo una tradición de padres a hijos y un distintivo de patriotismo. Es este vínculo emocional que ha mantenido el americano con las armas, junto con el desarrollo de una colosal industria armamentística y la exaltación del mito de las armas en la propia historia, la literatura, el cine o el folclore popular han acabado forjando una cultura de armas que no encuentra parangón alguno en el mundo occidental de nuestros días y que ha conservado una gigantesca influencia en la vida política del país.

¿APOYO O RECHAZO AL CONTROL DEL ARMAMENTO?
El tema de las armas en Estados Unidos ha dividido tradicionalmente a la sociedad en dos bandos irreconciliables, los partidarios al control de las armas y los partidarios a los derechos de posesión de armas, cuya politización y capacidad de presión han acrecentado la magnitud del debate hasta convertirlo en una de las más controvertidas cuestiones de estado y de las que más pasiones sigue levantando en la actualidad.

La Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) impulsa campañas para evitar cualquier restricción en el uso de armas y afirma que tenerlas “hace que el país sea más seguro”. Se la considera uno de los grupos de presión más influyentes del país y la pieza clave del famoso “gun lobby”. Su éxito y amplio apoyo social se basa en su gran organización a nivel local, estatal y federal, el compromiso de sus miembros y los incentivos que reciben, en sus conexiones con el Congreso y la industria armamentística. Según el Centro de Investigación Pew, uno de cinco propietarios de armas afirma ser miembro de la NRA, organización que cuenta con el apoyo de muchos republicanos.

Pero la NRA gasta millones de dólares en otras áreas, como en el financiamiento de las campañas electorales de políticos que están en contra del control de armas.

Por su parte, el movimiento por el control de armas está compuesto por una multitud de organizaciones a lo largo y ancho del país. Sin embargo, en comparación con sus opositores han estado tradicionalmente muy por debajo en cuanto a recursos, poder, influencia y organización. Tampoco han contado con una base social tan amplia, comprometida y motivada, lo que saca a relucir una antigua paradoja dentro de este grupo: según las encuestas la mayoría de los americanos están a favor de leyes más estrictas respecto a las armas, pero no se han movilizado de manera tan notoria para conseguir ese objetivo.

La gran diferencia de recursos e influencia entre los grupos de presión de ambos bandos genera un fuerte conflicto en el gobierno que pretenda adoptar medidas a favor de la regulación de las armas de fuego, la posesión de armas es un derecho constitucional desde hace más de doscientos años, y derogarlo o restringirlo sería considerado por muchos como un atentado contra las libertades individuales de los ciudadanos norteamericanos. 

 
 
 
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