El mediático episodio generado desde las entrañas del Frente Amplio con la bajada y luego subida como candidato a diputado de su ex presidenciable Alberto Mayol, tuvo aspectos que lo asemejaban tanto a las viejas e intestinas disputas políticas como a pasajes que parecían de un escándalo de farándula.
Desde el palco de la redes sociales hasta las páginas de la prensa nacional, militantes, simpatizantes y opositores de este conglomerado político se dieron un festín de declaraciones, opiniones y rasgaduras de vestiduras que alimentaron el morbo en torno el caso.
¿Pero por qué tanto escarmiento e interés en este conflicto interno del Frente Amplio? Simple. Hasta ahora, este conglomerado encabezado por políticos jóvenes o jóvenes en la política, se había encargado de basar su discurso en apuntar con el dedo a los otros partidos y sus debilidades, a creerse los mesías de una nueva política ética y ciudadana, a destacar que sus pueriles rostros eran un símbolo de cambio en esta era de las redes sociales y millennials.
Por lo tanto, este gran tropiezo, sumado a otras acciones de similar corte que ya habían venido haciendo ruido hace rato, los catapultó a las grandes ligas del quehacer político, demostrando que tenían uñas y dientes tan afilados como el resto y que sus rostros de porcelana los acercaba más a ser unas “mosquitas muertas” que a una renovación real de la casta política.
Udo João Gonçalves Flores
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