La Patagonia es universalmente conocida como un lugar mítico, en el cual la naturaleza se expresa en sus más variadas formas, en la que el ser humano puede convivir y apreciarla, sintiéndose renovado en todo sentido. Este magnetismo viene de la época siguiente al descubrimiento de América, se ve muy aparejada en la mítica Ciudad de los Césares; buscada por exploradores y misioneros. Desde luego para los pueblos originarios o precolombinos, a través de sus expresiones o vestigios que hemos conseguido revalorar, también es y seguirá siendo un lugar especial.
Al igual que ayer, hoy día es mirada y valorada por personas de todo el mundo que no solo ven ella su valor natural y cultural, sino también una posibilidad de conseguir un desarrollo armónico en su territorio como antítesis al mundo híperurbanizado, y que además vive todo tipo de riesgos de conflicto. La Patagonia también es mirada con voracidad para la explotación de sus recursos naturales.
Es en este escenario en el cual al menos tres aspectos cobran particular relevancia: primero, el que se esté integrando su lado occidental a través del Camino Austral –con una extensión de 2.950 kilómetros entre Puerto Montt y Puerto Williams–; segundo, el que más de la mitad de su territorio lo constituyan áreas silvestres protegidas por el Estado que se verán incrementadas por las recientes donaciones de fundaciones internacionales; y por último, con la creación de la Universidad de Aysén, la que en red con el Campus de la Universidad Austral de Chile, la Universidad de Magallanes y la Universidad de la Patagonia (Argentina), tienen un potencial en conjunto para poner en valor esta singularidad a la que se suma una de las más altas y únicas biodiversidades, tanto terrestres como marinas del planeta.
Cada una de estas consideraciones tiene su particular desafío. En el caso del Camino Austral, apurar la interconexión física completa aparejada con una fibra óptica marítima; en el caso de la nueva red de parques, asegurar la franja para los actuales y futuros caminos de todo tipo, y respetar las ocupaciones y pretensiones de los colonos, que sean armonizadas con la condición del territorio; y en el de las universidades, el desafío consiste en generar una red en las áreas propias adicionadas a la investigación, la cultura y la innovación, más buenos Centros de Formación Técnica e Institutos Profesionales; todo esto con autoridades electas democráticamente y comunidades empoderadas.
Sólo así podremos ser parte de la Patagonia que queremos, y no de la que intereses ajenos periódicamente pretenden intervenir.
