Más de un centenar de muertos en París, tiñen nuevamente de sangre la historia de la intolerancia que inunda el pasado y presente de la humanidad.
Intolerancia que, históricamente, ha estado de la mano de los dogmas religiosos.
Si bien hoy son los extremistas musulmanes quienes aparecen enarbolando las banderas de la masacre, lo cierto es que, de la misma forma, fueron los católicos en las cruzadas y son, hoy, los israelíes con los palestinos, por dar solamente unos ejemplos.
Duele París, porque es una ciudad que fue cuna de los valores republicanos de libertad, fraternidad e igualdad que se esparcieron por todo el mundo enciendo la mecha de independencia de las monarquías.
Duele París, porque sobre la base de esos mismos valores libertarios, creció una república que en la era moderna supo acoger e integrar a ciudadanos de todo el mundo, con sus culturas y costumbres, incluso, sus religiones.
Duele París, porque ya había sangrado recientemente cuando con las balas quisieron acallar la libertad de prensa atentando contra la revista Charlie Hebdo.
Duele París, porque seguramente vendrán consecuencias y represalias con más sangre, mientras en muchos templos seguirán alimentando el odio y la intolerancia con imagen de un dios.
Duele París, porque ese mismo dogmatismo lo vemos muy cerca, en nuestro continente, con grupos que divinizan y adoran dioses económicos o políticos que nos tienen al borde de una tragedia.
Udo João Gonçalves Flores
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