El intendente José Durana ha hecho público su compromiso de financiar, con fondos regionales, la construcción de la futura Escuela de Medicina de la Universidad de Tarapacá (UTA).
Con esta alianza estratégica entre la casa de estudios superiores y el Gobierno Regional se avanza en cubrir la necesidad de poner en marcha una carrera que cubra el déficit de médicos que tiene Arica y Parinacota, una prioridad que se viene discutiendo en el ámbito público desde hace algunos años.
Y al involucrar a la UTA en esta tarea, se ha mencionado su rol como universidad pública y, por tanto, el deber de comprometerse con las necesidades y demandas de profesionales que tiene nuestra región.
Bajo este mismo argumento, vale la pena preguntarse: ¿Y por qué no se crean carreras artísticas en la UTA? ¿No es, acaso, una necesidad desarrollar y profesionalizar al ámbito artístico? ¿Por qué no tener también carreras de teatro, música, plástica y danza, por ejemplo?
Algunos dirán que no es una prioridad. Otros dirán que este tipo de carreras no son rentables.
En cuanto a la importancia, está más que fundamentado que el progreso de cualquier comunidad está ligado al desarrollo del arte y la cultura. Es decir, el tan anhelado interés que tenemos como nación de integrar el “primer mundo” nunca será posible si no desarrollamos este ámbito.
En cuanto a la rentabilidad. Luego del velo que nos despojaron los movimientos estudiantiles respecto del lucro y el rol de las universidades del Estado, sería hoy una contumacia que la UTA se restara de aportar a la comunidad donde desarrolla su quehacer y no se sumara en este camino, más aún cuado es la única casa de estudios pública de la región.
Pero, además, sería de una ceguera increíble, ya que en Arica y Parinacota, por ejemplo, hay una cultura relacionada con la danza innegable (más de 6.000 bailarines en los carnavales y cientos de niños y jóvenes que van a escuelas de danza); son cientos también los que estudian música y son instrumentistas en colegios y liceos (tenemos una orquesta regional juvenil) y decenas de ellos deben ir a Santiago y La Serena a proseguir sus estudios (sólo los que pueden financiar mayúscula travesía); y cada vez son más los interesados en desarrollar las artes escénicas y la plástica. Entonces, alumnos habría de sobra.
Y apelemos a nuestra historia también ¿No se desarrollaron con éxito las carreras artísticas en la sede de la Universidad de Chile mientras estuvo en Arica hasta que las cerró la dictadura militar por formar “sediciosos”?
¿No hay también renombrados talentos que han tenido que emigrar para lograr el éxito? Por decir algunos, que recientemente han logrado el estrellato, tenemos a Américo, Manuel García y Elías Escobedo con su Lagarto Murdock.
¿Pero cuántos talentos se han perdido o frustrado porque no pudieron tener la oportunidad de estudiar y profesionalizar su vocación? De seguro, cientos, gran pérdida no sólo para nuestra región sino que también para el país.
Es tiempo de que nuestra única universidad estatal y nuestras autoridades -que suelen llenarse la boca con la cultura para tener aires de intelectuales, pero son incapaces de aplicar políticas decididas en esta materia y, lo que es peor, siempre termina siendo el “pariente pobre” de sus gestiones- le den prioridad a la formación artística profesional para potenciar un desarrollo real y profundo de nuestra comunidad, fortaleciendo la diversidad y entregando belleza a nuestra región.
Así como son importantes los médicos para sanar nuestro organismo, necesitamos a los artistas para sanar y alimentar nuestra alma y nuestro espíritu.
Udo João Gonçalves Flores
director@chasquis.cl
